La última gran esperanza para aquellos que quieren convertir los combustibles fósiles en energía limpia
Meter «energía limpia» y «combustibles fósiles» en la misma frase puede parecer algo chocante. Pero durante años esa ha sido la última esperanza de las grandes empresas de carbón, petróleo y gas natural que veían, con impotencia, el imparable ascenso de las energías renovables. Los sistemas de captura y almacenamiento de carbono han sido un campo de investigación en el que se han invertido cientos de millones de dólares.
También ha sido la historia de un fracaso. Nosotros mismos hemos seguido muchos de los avances tecnológicos de los últimos años, pero al final los grandes proyectos han acabado en la cuneta del desarrollo y la investigación energética. Tras tantas promesas incumplidas, las expectativas están bien rebajadas. Y sin embargo, una pequeña planta de Texas ha conseguido atraer todas las miradas con un enfoque totalmente nuevo.
Capturar carbono es difícil
No es un secreto que el proceso químico para capturar dióxido de carbono es un engorro. Sobre todo, porque requiere mucha energía. Y** «mucha energía» es sinónimo de mucho dinero**. Hay tecnologías muy interesantes, pero todas acaban fracasando en su implementación real. En parte porque, los enfoques actuales se basan en recoger los gases que se producían en el proceso y capturarlos. Es decir, añadían un paso más y un paso, que como digo, era bastante caro.
Sin embargo, ahora tenemos otro enfoque entre manos. Volvemos a Houston y esta vez por una buena noticia: allí, en uno de los centros petroquímicos de Estados Unidos, una pequeña empresa está decidida a revolucionar la reducción y captura de CO2. Net Power es una planta de gas natural que ha costado 140 millones de dólares y que tiene una capacidad de 50 megavatios. Su propuesta no solo quiere reducir las emisiones, quiere hacerlo a costo cero.
Un nuevo enfoque
La mayoría de plantas que usan combustibles fósiles utilizan grandes turbinas de agua caliente para generar energía. El sistema de NET Power usa los mismos gases de efecto invernadero, el propio dióxido de carbono. Durante el proceso lo someten a tal temperatura y presión que sobrepasa su punto crítico, se convierte en un fluido supercrítico y empieza a comportarse como un híbrido a medio camino entre un líquido y un gas. Con eso mueven la turbina.
Aunque a nivel técnico es complejo, a nivel conceptual el funcionamiento es sencillo: a la cámara de combustión se le inyectan oxígeno puro, dióxido de carbono y gas natural. Además de calor, el principal producto de la combustión es una gran cantidad de CO2 supercrítico que se utiliza como ‘fluido de trabajo’. Esto hace, en un primer momento, que el gas esté perfectamente controlado dentro del sistema.
Por lo demás, el mero hecho de introducir el CO2 reduce significativamente la cantidad de combustible necesario y la utilización del fluido supercrítico hace que no se pierda energía en el calentamiento del agua. Tanto el calor como los gases invernadero dejan de ser subproductos del proceso, para convertirse en elementos fundamentales. Y si se consigue mantener todo el ciclo por encima del ‘punto crítico’ del CO2 las eficiencias son asombrosas (y el dióxido que sobra, mínimo).
Los datos que hay encima de la mesa hacen pensar en la posibilidad clara de proveer energía (bastante) limpia en lugares donde las energías renovables tengan problemas. Evidentemente, por lo que hemos explicado más arriba, hasta que no esté funcionando la planta de Net Power no lo vamos a celebrar. En un par de meses tendremos la respuesta. Un par de meses clave para el futuro de las tecnologías que intentan descarbonizarlos combustibles fósiles.
No Comments